

To the Happy Couple
Season 3 Episode 15 | 1h 9m 32sVideo has Closed Captions
Ana survives Christina’s attack. Clara and Mateo’s wedding's at risk from meddling family.
Ana survives Cristina’s attack. She refuses to let her get away with it, but Christina denies having done anything wrong. Clara and Mateo’s wedding is at risk from meddling family and a surprise guest.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

To the Happy Couple
Season 3 Episode 15 | 1h 9m 32sVideo has Closed Captions
Ana survives Cristina’s attack. She refuses to let her get away with it, but Christina denies having done anything wrong. Clara and Mateo’s wedding is at risk from meddling family and a surprise guest.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-¿Estás embarazada?
-Deja ya esta guerra, Cristina.
-Ni lo sueñes.
Esto acaba de empezar.
-Ana, ahora que Alberto no está, necesitas a alguien que te cuide.
Y estaría dispuesto a hacerme cargo de ti y de tu hijo.
-Tendremos que poner orden antes de que vosotros mismos destruyas Velvet.
-¡Marco!
-Buongiorno a tutti.
-¡Ay, mi madre!
-¿Sois de la misma hermandad?
Si es que Dios los cría y ellos se juntan.
-Polito el Gallito.
-El pasado pasado está, ¿no?
Quiero que informes a los empleados de esto.
Mi primer paquete de medidas.
El camino para hacerse con estas galerías es la lealtad.
Comportándose así... -¿Lealtad?
¿Y cuándo se supone que iba a contarme lo de su embarazo, señorita Rivera?
-Trata de pasar desapercibida.
No la liamos ahora.
¿Entendido?
-¿Mateo?
¡Mateito!
-¡Madres!
-¡Ole, ole y ole!
-¿Qué pasa?
-Que se nos casa tu hija.
-¿Otra vez?
-No, no, Fernando.
Rita no.
La otra.
-Madre, traigas el vestido de los domingos, ¿eh?
-Pues claro, hija.
¿Y cuál me iba a poner si no?
-Este es un lugar seguro.
Aquí no suele venir nunca nadie.
-¿Se puede saber qué está haciendo aquí ese hombre?
-Le persigue la policía.
-¿Cómo?
-Cuando pienso lo mal que me comporté contigo y que ahora estés aquí ayudándome.
Te llamaré desde Francia en unas horas.
-Entra, que va a salir todo muy bien.
-¿Y bien?
-¿Bien qué?
-He encargado de hacer una preselección.
Ahora pactaré contigo a quien ponemos en joyería.
-¿Has preguntado a Patricia sobre sus necesidades?
-Me da igual, Patricia.
A mí me importan las galerías.
Quiero un juego limpio en Velvet.
-Con Cristina eso es imposible.
Usted y yo nos parecemos más de lo que cree.
Y se lo voy a demostrar.
-No la quiero aquí, Bárbara.
No voy a permitir que ocupe un lugar que no le corresponde.
-No se atreva a echarme un pulso.
-Puedo hacerle la vida muy difícil aquí.
-Me da igual lo que usted haga.
-Mejor.
Así no me molestará cuando eche a Ana de las galerías.
-Cuidado, señor Otegui.
Mucho cuidado.
-Acabo de llegar a Londres y lo único que pienso es que no estás aquí, Ana.
Te echo de menos.
-¿Esas cartas eran tuyas?
-¡Mierda!
Si yo no voy a tener un hijo de Alberto, tú tampoco.
[grito] [♪ música en inglés] -Cristina.
Entra.
Pasa, pasa.
¿Qué ha pasado?
Ana.
-Ana.
Es Ana, Bárbara.
-¿Qué te ha hecho?
-No, no.
He sido yo.
Discutimos y la... la he empujado por la escalera.
-¿Cómo?
-¿Pero qué he hecho?
¿Qué he hecho?
-Tranquila.
Tranquila.
Tienes que mantener la calma.
-No puedo soportar que vaya a tener un hijo de Alberto.
Bárbara, me estoy volviendo loca.
Necesito que me ayudes.
-Cristina, es muy importante que tu hermano no se entere.
¿De acuerdo?
Ven.
Está bien.
Pero tienes que contarme exactamente qué es lo que ha pasado.
-Fui a su habitación porque quería... Bueno, no sé.
No sé lo que quería.
Llegué a su habitación y no estaba, pero yo entré igualmente.
Y cuando entré, vi encima de la mesa una caja que estaba llena de cartas.
Cientos de cartas de Alberto.
Cientos de cartas diciéndole cuánto la quería.
Y yo me volví loca de celos.
Bárbara, rompí todas las cartas, rompí todo lo que había.
Y me fui.
Pero cuando llegué a la escalera me encontré con Ana y... -¿Te ha visto alguien?
-No lo sé.
No lo sé.
Estaba muy asustada.
Y cuando la vi tirada en el suelo, inconsciente, salí corriendo.
¿Y si la he matado?
-No digas eso, Cristina.
-¿Si soy una asesina, Bárbara?
-Cristina, no digas eso.
Tú no eres una asesina.
Esto es muy serio.
No puedes contarle a nadie lo que ha sucedido esta noche.
¿De acuerdo?
¿De acuerdo, Cristina?
-Sí, sí.
A las 7:30 salimos de las galerías.
Nos fuimos al club de campo a tomar algo y después te fuiste a tu casa porque estabas agotada.
-Pero si no... -¡No, pero nada!
Yo no sé qué es lo que le habrá pasado a Ana.
Ni sé qué es lo que va a contar cuando se despierte.
Si es que se despierta.
Pero tiene que ser su palabra contra la tuya.
Contra la nuestra, porque yo estoy contigo, Cristina.
-Yo no sé si voy a ser capaz, Bárbara.
-Cristina, ¿tú quieres que tu hijo crezca en la cárcel?
Tú no has hecho nada, Cristina.
¿Me oyes?
Nada.
Y ahora te voy a preparar la habitación de invitados.
Es conveniente que te quedes aquí.
-¿Qué le vamos a decir a Enrique?
-De Enrique me encargo yo.
Llevamos toda la vida engañándonos, así que... esta no será la primera vez.
-Don Emilio, no hay que adelantar acontecimientos.
Cálmese, por favor.
-¿Cómo quieres que me calme, doña Blanca?
Ha tirado a Ana por las escaleras.
Ha estado a punto de matarla.
Esta mujer tiene que pagar por lo que ha hecho.
Tiene que pagar.
-Don Emilio.
-¿Qué ha pasado?
-Pues que... -Cristina Otegui ha tirado a Ana por las escaleras.
-¿Qué?
-¿Y cómo está ahora?
-El doctor lleva un rato con ella, pero aún no sabemos nada.
Solo que hemos encontrado a Ana inconsciente, tendida en el suelo.
-Dios mío.
-Pero ya se ha despertado, así que vamos a intentar mantener todos la calma.
-Respire hondo.
Gírese.
Tiene un par de contusiones en las costillas.
Es algo muy molesto, pero no hay tratamiento.
Se curará con tiempo y reposo.
Intente no hacer esfuerzos.
-¿Y el bebé?
-Está perfectamente.
No he notado desprendimiento de placenta y he oído su latido alto y claro.
-Gracias, doctor.
-No me las de a mí.
Desde la sal de arriba.
Ha tenido mucha suerte.
Un accidente en su estado... -No ha sido un accidente.
-¿Cómo dice?
-¿Está seguro, doctor?
-Ha sido solo un susto.
Ese niño viene fuerte como un roble.
-Muchas gracias, doctor.
Cualquier cosa seguimos en contacto.
-A su disposición.
-Adiós.
Adiós.
-Don Emilio, me ha dicho su sobrina que la caída no ha sido un accidente.
-No, señor.
-En ese caso creo que deberían advertir a las autoridades.
-No se preocupe, doctor.
Nosotros nos encargaremos de todo.
-Muy bien.
Adiós.
-Adiós.
-Don Emilio.
-Sí, doña Blanca.
-Puede ser muy comprometido para Ana denunciar a doña Cristina.
-Sí, ya no lo tenía nada fácil siendo madre soltera.
-Sí, pero es que en este caso se estaría jugando su puesto de trabajo.
-No, doña Blanca.
¿Qué dice?
Se estaría jugando mucho más.
Se estaría jugando la vida.
-Madre mía, esto es increíble.
-De esta mujer me espero ya cualquier cosa.
-Claro, porque está como un cencerro.
-Bueno, ahora lo importante es pensar en ti y en el bebé.
Tienes que recuperarte.
-No voy a pasar esto por alto.
-Bueno, gracias a todos por su atención, pero se ha hecho muy tarde.
Ana tiene que descansar.
Por favor.
¿Cómo te encuentras?
-Voy a denunciar a Cristina.
Sé lo que me va a decir, que es muy difícil.
-No, no, no.
Cuenta con mi apoyo.
Sí, creo que no solo tiene que pagar por lo que ha hecho, aunque para mí que ya en parte lo está pagando, sino que hay que impedir lo que pueda volver a hacer.
-Gracias por estar a mi lado.
-Ahora lo que tienes que hacer es descansar.
-Me voy a mi cuarto.
-No, no, no.
Tú te quedas a dormir aquí.
-Pero el doctor dijo que estoy bien y usted tiene... -Yo lo único que tengo que hacer es procurar que descanses y nada más.
¿Eh?
Así es.
[♪ música alegre] -Mateo.
Mateo, despierta.
-¿Qué he hecho para que me traigas el desayuno a la cama?
-No es el desayuno, es el menú para la pedida de esta noche.
Tus madres han mandado a Petra con las pruebas para que elijas un plato.
¿Cuál te gusta?
-No sé, ¿puedo decidir después de la ducha?
-No, porque no tenemos tiempo, porque hemos quedado para desayunar.
-Ah, no, el desayuno ese.
¡Qué pesadas!
-No lo he dicho yo.
¿Entonces cuál?
-Eh... No sé, Clara.
No me apetece comer pato confitado a estas horas de la mañana.
No sé.
¡Cómo huele, además!
-Mira que eres raro, hijo.
-A mí lo que me apetece desayunar es otra cosa.
¿Te vienes a la ducha?
-Uy, sí, a la ducha.
Que tengo el pelo y todo arreglado ya.
Mateo, Mateo, no.
No, en serio.
Que no me da tiempo.
Que tengo que ir a buscar a mis padres y todo.
Mateo, que no, que no.
-Ven a la ducha.
¡Mateo!
Me enfado, ¿eh?
¡No!
Buenos días.
-Gracias, Digna.
-Vaya, vaya.
No se hizo el cielo para vagos y perezosos.
-Lo siento, madre.
Me pasé a recoger a Clara y nos hemos encontrado algo de tráfico por el camino.
-No te preocupes, hijo.
Ya sabía yo que la culpa sería de ella.
Pero venga, pasad.
He dejado a nuestro invitado con tus tías y creo que se tiene que marchar pronto.
-¿Invitado?
¿Qué invitado?
¡Buenos días!
-¡Mateito, cariño!
-¡Mira, Lady bigotes!
¡Es Mateo!
-¡Padre Amancio!
-Mateo, cuánto tiempo.
Aún te echamos de menos en el coro de la iglesia.
El mejor barítono que hemos tenido.
-¡El mejor, mi niño!
-¡Estupendo!
-Usted debe ser la prometida.
-Sí, sí, es esa.
-Clara Montesinos.
-Mucho gusto.
-Encantada.
-El padre Amancio oficiará la boda, así que tenemos que empezar ya con los preparativos.
-Bueno, más que los preparativos, lo esencial es comprobar que llegáis convencidos al santo sacramento.
Debe moveros el alma y no la carne.
Hoy en día muchas parejas van a la altar solo para... -Padre, de verdad, eso para nosotros no es ningún problema.
-Mateo.
-Muy bien.
Aclarado eso, ¿me ponéis un poquito más de chocolate?
-Ah, sí, claro.
Pero siga, siga, que ya estamos todos.
Un poquito más de chocolate al padre.
-¿Todos?
-Sí, padre, todos, todos.
¿Y Felipe?
-¿El canario?
El gato de mi tía se lo comió hace un tiempo.
Ni siquiera la jaula pudo salvarlo.
-Me refería a su padre, Mateo.
-Ah, claro, mi padre.
-No sabía que el canario se llamaba como él.
-¡Menudos pájaros los dos!
-¿Como dice, Herminia?
-No, no, simplemente que mi marido no se encuentra en casa porque está en el trabajo.
Ya sabe usted que la clínica le ocupa mucho tiempo.
-Me imagino que vendrá a la pedida.
No tendrá consultas por la noche.
-Por las noches es cuando más tarea tiene.
-¡Qué cosas dices, Sagrario!
-Un poquito más de agua, padre.
-Por supuesto que estará esta noche.
Tuvo que salir a primera hora de la mañana por una urgencia en la clínica.
Creo que una primeriza se puso de parto.
-Madre, vamos a por más buñuelitos de chocolate.
No vaya a ser que el padre se quede con hambre.
-Una ensaimada, padre.
-¡Uy, están riquísimas!
-¿Se puede saber a qué ha venido todo eso?
-¿A qué te refieres, Mateo?
-Ese señor no va a venir a la pedida de mi boda.
-Hijo mío, parece mentira que estés hablando de tu padre.
-¡Es que no es mi padre!
¡Nunca lo ha sido y no lo va a ser el día de mi boda!
¿Pero cómo puede decir todo eso después de todo lo que le hizo?
-No tenía otra salida.
¿Qué quieres?
¿Que todo el mundo se entere de que vivimos separados?
-Pero por Dios, madre, todo el mundo sabe que la engañó mil veces.
Lo raro sería que apareciese en la boda.
-¿Pero tú qué pretendes, inconsciente?
¿Quieres que me señalen con el dedo, que me retiren el saludo, que no nos dejen comulgar en la iglesia?
-¿Pero usted se ha vuelto loca?
¡Nos dejó tirados hace más de 20 años!
-No me los recuerdes.
Bastante lo sufrí.
Pero es tu padre.
Y si no viene a la iglesia... -¡Que no!
El que se casa soy yo.
Y no lo quiero ver por ahí el día de mi boda.
Ni esta noche aquí tampoco.
Por mucho que se empeñe, ese cura o usted.
¿Entendido?
Padre, lo siento, pero se nos han acabado los buñuelos.
Y, bueno, Clara y yo nos vamos ya.
-¿Ya?
-Pero si no habéis probado bocado.
-Ya he hablado con mi madre todo lo que tenía que hablar.
Así que, padre, discúlpenos.
Esta reunión era para conocer a la novia y, bueno, misión cumplida.
-Una monada.
-Muchas gracias.
Nos vemos esta noche.
-Que aproveche, padre.
-Muchas gracias.
Un placer, Mateo.
-¿Pero qué está pasando?
-¿Un suizo más, padre?
-Por supuesto.
-Tenga.
-Mateo, no te pongas así.
-¿Cómo quieres que me ponga?
Estoy cansado de aparentar, aparentar, aparentar.
Siempre igual.
Clara, si ese hombre viene esta noche, no me caso.
-¿Lo estás diciendo en serio?
-No quiero que mi boda se convierta en otra batalla campal.
Mi padre es un tipo despreciable.
Me dejó tirado.
Eso no se lo voy a perdonar jamás.
Tú sabes lo que es cada noche escuchar a tu madre llorar porque no sabíamos dónde estaba metido.
Pues suerte la tuya.
-¿Y eso qué significa?
¿Que vas a cancelar la boda?
No, si te lo pregunto porque, como mis padres ya están de camino, pues para decirles algo a ellos.
-Clara, siento de verdad que... -Porque yo entiendo que tu padre te haya hecho daño, pero yo pensaba que esto era importante para ti y para mí.
-Lo es.
Clara... -Mateo, ¿interrumpo algo?
-Buenos días, señor Cafiero.
Yo ya me iba.
-Por eso no tengo novia.
-Esto no es asunto tuyo.
-Anda, ven.
Quiero enseñarte algo.
De momento creo que con dos dependientes será suficiente.
Hoy empezarán el training.
Luego ya podrán ellos mismos formar a restos de personal.
-¿El tráni...?
-Entrenamiento.
-Ah, entrenamiento.
¿De qué?
-Espero no haberme equivocado con usted, señor Infantes.
-No, no, no, señor Cafiero, no.
Lo que pasa es que yo no venía preparado para entrenar, la verdad.
Yo pensaba que me habían seleccionado para el departamento de joyería, pero bueno, si lo que se trata es de jugar a fútbol, yo como delantero no tengo precio, además, rematando de cabeza.
-¿Se está haciendo gracioso conmigo?
-No, no.
El señor Cafiero se refiere a una persona que les va a enseñar cómo funciona el departamento.
-Ah, muy buena idea.
-¿Me gustaría saber porque nadie me ha avisado de que había una reunión de mi departamento?
-Buenos días, Patricia.
Creo que seguimos con dificultades para entender que lo que antes era tuyo ahora me pertenece.
-Y yo empiezo a pensar que esas dificultades son que haya una mujer al frente.
-Solo estamos coordinando a los nuevos dependientes, nada más.
-¿Ellos?
Sinceramente no creo que ella esté cualificada para el puesto.
-Tengo entendido que son familia, ¿cuál es el problema?
-Que quiero lo mejor y ella no lo es.
¿Y usted si va a seguir tomando decisiones a mis espaldas y menoscabando mi autoridad?
-Patricia, basta.
Desde que he llegado, lo único que he escuchado es queja tras queja.
Este es el nuevo departamento y estos tus empleados.
Si quieres te quedas aquí al frente y si no, ya sabes dónde tienes la puerta.
-¿Se puede saber qué es tan graciosa?
-No, nada, que lo tiene usted todo controlado.
-Cada uno tiene lo que se merece.
¿Vamos, Jonás?
Nos están esperando.
-Sí, ya no tengo nada que hacer aquí.
-Rita.
-Tranquila, mujer.
Si el médico ha dicho que está todo bien.
-¿Conoces al padre de Mateo?
-¿Ese era el padre de Mateo?
-¿Quién?
-Clara, que me estás haciendo un lío.
Que Ana está mejor y al bebé no le ha pasado nada.
-Que no te estaba hablando de Ana, ni... te quería decir que al final... ¿Le ha pasado algo a Ana?
-Venga que te cuente porque vaya, vaya.
¿A ti qué te ha pasado?
Pero ¿a tú también?
-Es que ni sé por dónde empezar.
[golpes a la puerta] -¿Sí?
Señorita Rivera, venga.
Eche un vistazo a esto.
Es la línea en la que estamos trabajando en Milán.
-Perdón.
-¿Está bien, señorita?
-No.
Precisamente por eso venía a verle.
Ayer, Cristina Otegui me tiró por la escalera.
No sabe la vergüenza que me da tener que estar contándole estas cosas.
-¿Por qué lo hace?
-Porque voy a denunciar a Cristina.
Y quizá la imagen de las galerías se vea perjudicada.
-Haga lo que tenga que hacer.
-Gracias.
-Ana, espere.
Si realmente le preocupa su seguridad y la de su hijo, no creo que lo más conveniente sea enfrentarse directamente a los Otegui.
A las galerías no les conviene otro escándalo.
Y yo puedo echar a Cristina.
Si me da 24 horas, me ocuparé de que ella misma abandone Velvet.
Por las buenas o por las malas.
Confíe en mí.
Ana.
-¿24 horas?
Si no, tendré que denunciarla.
-Está bien.
Señora Otegui.
Señora... -Buenos días.
Aunque no lo parezca.
-¿Dónde está su hermana?
-Todavía no ha llegado.
¿Ocurre algo?
-Sí.
-Adelante.
Mi hermana es incapaz de realizar un acto.
-¿Tan seguro está?
Una mujer celosa puede hacer cosas terribles, y su hermana no está en sus cabales.
No puedo permitir este tipo de actos en las galerías.
-¿Y qué pretende que haga yo?
-Darle a su hermana una salida digna.
Una que nos beneficie a todos.
A usted el primero.
Digamos que entre su embarazo y todo lo sucedido, cualquier médico la incapacitaría para seguir trabajando.
Yo mismo hablaría con su padre para ganarse de nuevo su confianza.
Piénselo.
Es por el bien común.
-Vera, mi hermana no está bien desde hace un tiempo.
Si consiento en hacer esto, que conste que será exclusivamente para ayudarla.
-No me cabe la menor duda.
Lo dejo en sus manos.
-Bárbara.
¿Estás con Cristina?
Esperadme, que tengo que veros.
-Tu hermano lo sabe.
-¿Cómo has podido empujar a Ana por las escaleras?
-¿Cómo?
-¿Qué, vienes como portavoz de la modistilla?
-Ya está bien.
Anoche encontraron a Ana tirada en el suelo de las galerías.
-¡Qué barbaridad!
¿Y cómo se encuentra, la cose bastas?
-¿Quieres parar de una vez?
-Ayer Bárbara y yo estuvimos en el club de campo.
No sé cómo te atreves a llegar aquí y acusarme de semejante modo, Enrique.
-¿Pero de verdad os creéis que soy tan imbécil?
-Esa chica ha enloquecido con la muerte de Alberto.
Quiere acabar con mi reputación, ¿no te das cuenta?
-Cristina, llevas meses así.
Yo no sé hasta dónde vas a llegar, pero si hasta te has puesto una barriga falsa, por el amor de Dios, la obsesión con Ana te va a matar.
-No va a parar hasta que consiga arruinar mi vida.
-Ha hablado con Marco Cafiero.
Está de su lado.
Tienes que tomarte un tiempo de descanso.
Conozco un balneario donde hay gente que te podría ayudar.
Está en Francia.
-¡Te has vuelto loco!
¡Soy tu hermana, por Dios!
-Ahora sí que te has pasado de la raya, Enrique.
-¿Yo?
Pero si todo esto es culpa tuya.
Todo el día metiendo cizaña y con los planes de venganza, todo el santo día con lo mismo.
-Lo único que he intentado hacer es ayudar a tu hermana, cosa que tú no has hecho.
-¿Ayudarla?
Has creado un monstruo, muy parecido a ti, por cierto.
-Eres un desgraciado.
-Ten cuidado.
-Enrique, que te quede clara una cosa.
Yo no soy una marioneta en manos de nadie.
Voy a acabar con esto ahora mismo.
Te voy a demostrar delante de ella que todo esto ha sido una farsa.
-¿Puedo ayudar?
-¿Dónde está esa?
-¿Dónde está la mosquita muerta que no contenta con llevarse a mi marido?
Ahora pretende también echarme de mi propia casa.
Tú.
-No tengo nada que hablar contigo, Cristina.
-Pues yo contigo sí.
¿Por qué todo el mundo se tiene que creer todas las mentiras que salen de su boca?
La boca de una embustera que lo único que quiere es destrozarme la vida.
-Cálmese.
-Estás loca.
-Sí.
Estoy loca por tu culpa.
-Cálmese, señora, por favor.
¡Cálmese!
-Don Emilio, déjeme.
-No te voy a consentir que me vuelvas a amenazar.
No te tengo miedo.
-Pues deberías.
-Cristina, cariño.
-Bárbara, déjame.
Esta zorra tiene que pagar por todo lo que me ha hecho.
-¡Sí!
¡Hazlo aquí y demuéstrame a todos quién eres!
-¿Esto es lo que quieres?
¿No?
¿Eh?
¿Volverme loca?
¿Quitarme de en medio?
¿No?
¿Que me encierren?
¿Eso es lo que quieres?
¿Verdad?
Pues enhorabuena, estoy loca porque tu maldita historia de amor me ha vuelto loca.
¡Basta, señora Otegui!
¡Basta!
-Cristina.
Ya está.
Ya está.
-Me das pena, Cristina.
[gritos] [♪ música en inglés] -¡Qué mal conduces, hijo!
Hasta el pobre capón se ha mareado.
¿Verdad que sí?
-Qué venía yo bien atento, que si no... -Pues si iba todo el camino dormido.
-Bueno, no seas impertinente.
Toma el capón primero.
-No sé yo por qué tenemos que venir a esta cena.
-Fernando.
Yo no he visto a Bigote ese pedirme permiso a mí para nada.
Y eso que soy el padre de la novia.
-No te andes salores.
La niña va a casar con una familia de postín.
Y aquí la gente en Madrid es más moderna.
A mí me queda además plancharme un poquito el vestido antes de ir a la fiesta.
-Si quiere le llevo a algo, ¿eh?
-No.
Bueno, la grande, coge, a ver si puede con ella.
-Sí, claro, yo sabía que lo de Clarita venía de casta.
-¿Eh?
¿Me decías algo, hijo?
-No, no, no, no, en absoluto que... ¡Joder!
-Digo yo que en una tienda tan grande pues tendrán plancha y de todo, ¿no?
Además hay tiempo, las cenas por la noche ya.
¡Ay, Clara!
¡Clara, hija!
-¡Madre!
-¡Ay, mi niña!
¡Qué guapísima!
-¿Pero dónde van con todo eso?
-¡Hombre!
No iba a venir a la pérdida de mano de mi hija con las manos vacías.
-[inaudible] Clarita, que... tu madre no ha visto claro nunca eso de tu boda y ahora que por fin te casas ha tirado la casa por la ventana.
-Y si me caso.
-¿Eh?
-Que nada, que hoy está siendo un día muy complicado.
¿Y eso es un capón?
-No, no, no, no es un capón, no.
Es Ricardito, el capón.
-Bueno, ¿qué?
¿Me enseñáis tu habitación?
Quiero aflojar un poco la faja, hija.
-¿Sabes qué viaje llevo?
-Gracias, hija.
Oye, que sepas, la chatina es para vosotros.
-¡Ay, qué noche de gases me espera!
-Oigan, ¿y el capón?
-Señor De la Riva, nos conocimos en la cena de la embajada Americana.
-Lo siento, no lo recuerdo.
Llego tarde, perdón.
-Señor De la Riva, ¿dónde ha estado todo el día?
-Ha venido a buscarme, ¿verdad?
-¿A buscarle a quién?
-Creo que me están siguiendo desde que he salido esta mañana de casa, sí, sí.
Me llevo esquivando un coche negro todo el tiempo por la calle y ahora le he visto aquí la entrada de las galerías y creo que es la policía, doña Blanca.
-¿La policía?
¿Pero qué está diciendo?
-Es que han debido detener a Toni, y creo que me ha delatado.
¡Ay, Dios mío, yo no puedo ir a la cárcel!
-Tranquilícese, nadie va a ir a la cárcel.
Señor De la Riva, tranquilícese, por favor.
-Señor De la Riva, ¿podemos hablar un momento con usted?
-¿Conmigo?
-Sí, necesitamos hacerle un par de preguntas.
-Señores, ¿quieren acompañarme?
Les llevaré a una sala donde puedan hablar tranquilos.
-¿Le conoce?
-Sí, Antonio.
Antonio Latorre.
Sus padres y mis padres eran amigos.
-¿Cuándo fue la última vez que le vio?
-¿Hace mucho?
-¿Una semana?
¿Un año?
-No lo recuerdo.
¿Por qué la pregunta?
-Esa es una información que no podemos darle por el momento.
-No sé, agente.
Entiéndame, se presentan aquí, me invaden a preguntas sobre una persona que hace muchísimo tiempo que no veo.
¿Ustedes saben quién soy?
-Precisamente, porque sabemos quién es usted y los contactos que mantiene en Francia tenemos indicio de que le ha podido ayudar a escapar del país.
-¿Ha huido del país?
-Esté localizable.
Quizá volvamos a vernos.
-Aquí estoy, para lo que necesiten.
-Buenos días.
-Dios mío.
[timbre] -Gracias, digna.
-Mateo, hijo.
Qué susto me has dado.
Por un momento he llegado a pensar que no vendrías.
-Y usted es capaz de celebrar la pedida sin mí.
Total el novio.
¡Buenas noches!
-Pero, ¿qué cosas dices?
Hijo, yo lo único que intento es hacer las cosas como las hace todo el mundo.
-Que sepa madre que esto lo hago por Clara.
Porque si es por mí, me caso en cualquier ermita y se acaba tanta farsa.
-¿Cómo están, Mateo?
¿Quieres aprovechar este ratito para confesarte?
-Padre, aunque no lo crea en el pecado, me siento como en casa.
-Mateo, por Dios.
[timbre] -Ya voy yo.
-Deben ser los padres de la novia.
-¡Clari...!
¿Qué desea?
-Mateo.
Hijo.
-Creo que se está confundiendo.
-Quizás me confundí en el pasado.
Pero ahora no.
-Le agradecería que se marchase.
Hoy es el día de mi pedida.
Me gustaría estar con mi familia.
[bocina] -¡Para, Fernando!
-¡Padre, se puede saber qué hace!
-¿Qué voy a hacer, hija?
Avisar de nuestra llegada, ¿estos no son ricos?
Pues que se noten y que manden al servicio a recibirnos.
-¡Claro!
¡Que así llegamos nosotros, dando la nota!
-Pero ya sabes cómo es tu padre, que le gustan mucho los escándalos.
¡Calla ya!
-Bueno, les voy a pedir que sean discretos, que la familia de Mateo... -Sí, son unos estirados.
Pero los Montesinos estamos hechos a tono.
¿Estoy bien, hija?
-¡Va muy elegante, madre!
-Oigan, las luces del coche.
-¡Clara, cielo!
-Dime que seguimos adelante con la boda.
-¡Hijo!
Dame un abrazo, que ya eres como de la familia, ¿no?
¡Qué guapo!
-¿Qué tal?
-Mi madre y mi padre.
-Adelante, bienvenidos a casa.
-Ya te digo yo que estos muy ricos no son.
-Fernando, calla, que la niña nos va a sacar de pobre.
-Hola, ¿qué tal?
-¿Usted es la madre?
-Yo soy la madre, encantada.
-Tantísimo gusto.
-Buenas noches.
-Muchas gracias por la invitación.
Qué casa tan grande, ¿no?
-Adelante.
-Yo soy la hermana y él es mi marido.
-Mucho gusto.
Pasen.
-Encantada.
Un placer.
-Igualmente.
-Yo se lo he dicho, pero se ha empeñado en venir.
Debe ser que no se cree que estás realmente bien.
-Pues en cuanto llegue Carlos usted se va a descansar, que también lo necesita.
-Yo preferiría quedarme, hija.
-No, Cristina ya no está.
Y aún así yo echaré la llave.
-Entonces me iré, ¿sí?
Muy atento este muchacho, ¿no?
-Me ha ofrecido hacerse cargo de nosotros.
-Hija, sabes que puedes... -Lo sé, lo sé.
Y nunca pensé que podría llegar a valorar una posibilidad como esta, pero... tengo miedo.
Si Alberto estuviera aquí... -Eh, eh... [golpes a la puerta] -Adelante.
-Señor Cafiero, ¿puedo hacer algo por usted?
-No quiero molestar, es solo que ya me marchaba y quería comprobar que todo estaba en orden.
-Yo ya me iba.
Cualquier cosa, hija.
Buenas noches.
-Buenas noches.
-Gracias por su ayuda antes, señor Cafiero.
-Llámeme Marco.
He hablado con Enrique y parece que Cristina se va a quedar ingresada un tiempo hasta que recupere la razón.
Lamento que haya tenido que pasar por todo esto.
Pero ahora no se hunda.
Esa mujer ya no será una amenaza para usted.
Puede estar tranquila.
-Gracias.
Carlos.
-Señorita Rivera, nos vemos mañana.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
Buenas noches.
-¿Cómo te encuentras?
-Bueno.
-¿Ha sabido algo más?
-No.
Acabo de hablar con el contacto de Hendaya y no.
Ni rastro.
Nadie sabe nada de Toni.
-Si Toni le hubiese denunciado, usted ahora no estaría aquí.
La policía le habría detenido.
-Posiblemente tenga razón y una vez cruzada la frontera ya no tenga sentido mirar atrás.
Siempre fue un egoísta.
-No debería juzgarle tan duramente.
No todavía, al menos.
Es un viaje muy largo y quizás él todavía no haya tenido ocasión de contactar con usted.
-¿Qué más da?
[timbre telefónico] -Galerías Velvet, dígame.
-Con Raúl de la Riva, por favor.
-Sí, sí, ahora mismo se lo paso.
-¿Toni?
-Raúl, lo he conseguido.
Lo hemos conseguido.
Gracias por todo, de verdad.
Jamás podré recompensarte por todo lo que has hecho por mí.
Me siguieron hasta la frontera, pero estoy fuera, Raúl.
Soy libre, libre por fin.
-Te deseo lo mejor, Toni.
-Esto no es un adiós, Raúl.
Solo un hasta luego.
-Lo sé.
-Debo dejarte.
-Suerte.
-Gracias.
-Y ahí está el moroso, completamente borracho y en calzoncillos, en plena procesión de San Antonio.
Usted perdone, padre.
Menos mal que vino su novia, la Sansona, y se lo llevó allí.
O es que las fiestas en Porrillo son buenas.
Están ustedes invitados el año que viene.
Si quieren venir, ¿verdad que se lo pasan muy bien, Fernando?
Esto es una maravilla.
-Llévatelos, por favor, llévatelos.
-Pero si todavía no te ha pedido matrimonio.
-Que no se pide, Rita, que no se pide.
Que esto es una cena para que se conozcan las familias y los novios se dan los regalos y ya está.
-¿Cuándo sacas el tuyo?
Porque bien que luces el anillo pero que yo sepa Mateo no... -Muchas gracias por hacerme sentir peor.
Ya te dije yo que esta cena no era buena idea.
-Como arañaba, arañaba, y claro, sacaron y la encontraron así.
Mira, los dos hijos que tuvo eran unos raquíticos.
Entre las cosas estas de que la persona nace un día de chamané.
¿Qué les parece?
-Don Felipe, por favor, ¿me pondría otra copita?
-Por supuesto.
-¿Esto de dónde es?
-Es un oporto.
-Pero no debería bebérsela de una sentada, podría sentarle mal.
-El doctor Ruiz Lagasca es único dando lecciones.
-No me diga que es usted médico.
Ay, pues cuánto me alegro yo.
Porque fíjese, fíjese cómo se me ponen los tobillos en cuanto llevo mucho tiempo sentada.
Como dos botijos, ¿lo ve?
-Van ustedes a disculparme, pero es que yo tengo otra especialidad.
-Su especialidad son las mujeres.
¿A qué sí, madre?
-Hijo, por Dios, qué cosas tienes.
-Mi especialidad son las mujeres porque me paso el día atendiendo partos.
-Eso es una maravilla.
Clarita, que suerte, hija.
Tener al médico en casa.
Eso sí que es un ahorro, ¿eh?
-Bueno, padre Amancio, ya se ha hecho un poquito tarde.
Además, creo que lo tenemos todo claro, ¿no le parece?
-Lo que hay que hacer es casarles.
-Y en régimen de gananciales, ¿eh?
-La verdad es que son una familia un poco curiosa.
Estoy seguro que va a ser una boda muy divertida.
-Uy, eso seguro.
-La pena es que el doctor no va a poder estar con nosotros en la ceremonia.
-¿Cómo?
-Ah, no, no, no, está bromeando.
¿Qué cosas tienes, hijo?
No se preocupe.
Allí estaremos su padre y su madre para acompañarle al altar.
-No hay nada más importante que los hijos vean en los padres un referente de amor y fidelidad.
-Amén, padre.
Eso le digo yo siempre.
-Hijo.
¿Me permites un instante?
Permiso.
No te voy a consentir que me faltes al respeto.
-Un poco tarde para pensar en eso, ¿no crees?
-Si estoy aquí esta noche es por ti y por tu boda.
-Muchas gracias, doctor Lagasca, muy amable.
-No te comportes como un crío, ¿quieres?
-¿Crío?
¿Qué crío?
¿Al que no viste crecer?
¿Al que dejabas colgado cada cumpleaños?
¿Al chaval que lloraba porque su padre no fue a verlo en un solo partido los domingos?
¿O con 13 años que me tuve que ir a Londres y a ti te dio exactamente igual?
-¡Basta!
Basta ya.
-¿Te duele?
A mí sí que me dolía.
A mí sí que me duele ver como mi madre se siente una desgraciada porque su marido la abandonó.
¿Por qué?
¿Por una mujer?
¿Por todas las mujeres?
No quiero que vengas a mi boda, ¿entendido?
Eres la última persona que quiero que esté allí.
Uno de los días más felices de mi vida.
-¡Mira tú qué cosa!
Mi primer diseño de moda masculina y es para la boda del bigotito.
-¡Ay, bigotitos!
-Mira, Lady bigotes, como tú.
-Raúl, disculpe una cosa.
¿No quedaría más elegante el chaleco en color negro?
-Doña Julia, del traje del novio va opinar exclusivamente el diseñador del traje del novio.
Gracias.
-Mira, el novio más guapo de España.
-¡Del mundo!
-La verdad es que es una suerte que siempre se pareciera a mí y no al sinvergüenza de su padre.
-A ese ni le nombres.
¿Por qué tiene que nombrar al sinvergüenza?
-¡Ya, ya, ya!
-Mateíto.
-¡Fuera de aquí, por favor, madres!
¡Es el día de mi boda!
Necesito paz.
Estar tranquilo.
Seguro que ustedes necesitan más tiempo que yo para prepararse.
-Pero entiéndelo, es que nos hace ilusión, hijo.
-Doña Julia, yo sé que le hubiera encantado que Mateo fuera una niña para volcarse totalmente el día de su boda, pero no es el caso.
Y me gustaría hablar de cosas de chicos porque es un día muy especial y me entiende cosas de hombres.
-Pero... -¡Pero nada, doña Herminia!
Vayan al taller.
En el taller les esperan y les van a entregar los vestidos que eligieron.
Van a estar guapísimas.
-Raúl, cuídemelo.
-Sí, doña Julia.
Yo se lo cuido.
Sí, por allí vayan.
Vayan, sí, Ahora entiendo todo.
Son agotadoras.
Mateo, tranquilo.
-¿Tranquilo?
¿Tranquilo por qué?
Llevo cinco meses al servicio de esta boda, de mis madres, de los menús, de mis suegros, ¡de esta maldita chistera!
-Oye, que esta chistera ha sido de día mía.
Pero tómatela como un juego.
Solo es algo de clase, de glamour.
-No quiero clase, no quiero glamour.
Quiero ser feliz.
Me gustan las cosas sencillas.
-Sí, sencillísimas, vamos.
¡Qué valor!
Coches alemanes, champán francés, moda italiana.
Anda, Mateo, por favor.
-Raúl, te lo digo en serio.
Ahora mismo estoy siendo víctima de una boda que nunca quise.
-Mira, entiendo una cosa, Mateo.
Esto no lo haces por tus madres.
Esto lo haces por Clara, la mujer de tu vida.
Y este también es su sueño.
-A ver si con el perfume te espabilas, porque con esa cara cualquiera diría que es la boda de tus sueños.
-Es que la boda de mis sueños no incluye 300 invitados, 5 sacerdotes, 3 fotógrafos y hasta una gran alfombra roja.
-Clarita.
-Bueno, una gran alfombra roja sí, pero desde luego que yo quería una boda mucho más sencilla y romántica, pero las madres de Mateo han tenido que encargarse ellas de todo.
-No será para tanto.
-Que sí, Rita, que sí, que yo para no enfrentarme he cedido en todo.
En los centros de flores.
-Miles de flores por todas partes.
-En que Mateo eligiera el menú.
-En que mi madre eligiera el menú.
-En confesarme con ese cura.
-Con el cura ese, mintiéndole como un bellaco.
-Y hasta en que se ponga esa ridícula chistera.
-¿Va a llevar chistera?
-¿Entonces por qué lo haces?
-Por ella, claro.
-¿Por él?
¿Porque quiero casarme con él?
-Pues ya está.
Eso es lo único que importa, Mateo.
Que os queréis, lo demás da igual.
Y a la porra la chistera.
Me da igual la chistera.
A mí tampoco me gustaba la chistera.
Ya está, fuera chistera.
Mateo, Mateo, amigo.
No te puedes echar atrás.
Ya no.
Todos nos sentimos muy cojos sin Alberto.
Pero él era un romántico.
Y le hubiera encantado ir a esta boda.
No le vamos a decepcionar.
¿Verdad que no?
-No.
-¿Verdad que no?
¿Qué es esto?
-Mira, ya sé lo que te falta.
Lo que te falta es... -No te rías.
-El lazo.
-Te estás riendo.
-Que no.
-No te rías.
-Pero si te queda muy bien.
Mira qué mona.
¡Ay, que pesa en la muñeca!
¡Rita!
-Clara, estás preciosa.
-Y tú estás... -Estoy enorme.
Ya lo sé, que parecemos dos Anas.
-Oye, cuidado, ¿eh?
Que mi sobrina es muy sensible y hasta que lo entiende todo.
-No digas tonterías.
¿Y esa cara?
-Los nervios.
Sí, es normal.
A mí me pasó lo mismo.
-Toma, seguro que con esto se anima.
-Que... Quería que tuvieras un detalle mío el día de tu boda.
Te los compré por si los querías llevar hoy.
Son de la colección de Alberto.
-Gracias.
-¿Pero qué pasa aquí?
-Pues que estamos sensibles y yo con las hormonas revolucionadas ni te cuento.
-Bueno, las emociones para luego, chicas.
Que aún tenemos que arreglarnos y se nos va el tiempo de las manos.
-Bueno, voy a arreglarme, ¿eh?
-Bueno, a ver cómo te queda esto.
-Bueno, voy a llevar el pelo recogido.
-Vas a estar preciosa, Clara.
Venga.
-Pero, hija, ¿aún no estás?
-No, aún no estoy.
¿A usted le parece que estoy?
Pues eso.
Se me ha echado el tiempo encima ayudándole a Clara.
[timbre telefónico] -Esa debe ser tu madre.
-¿Otra vez?
-Margarita, tienes que entenderla.
Está muy nerviosa y además bastante tiene ya con lo que tiene.
-Ya, padre, pero es que yo he hablado con ella cinco veces y además estoy sin empezar.
¿Por qué no va usted?
¿Eh?
Que está hecho un pimpollo.
-Margarita.
[timbre telefónico] -Sí.
[timbre telefónico] ¿Sí?
-Rita, hija, ¿porque ha tardado tanto en cogerlo?
Ya os hacía yo camino de la iglesia.
-No, no, no, aún no.
Pero bueno, cuénteme, ¿qué ha pasado esta última media hora para que vuelva a llamar?
-Ah, pues mira, que de pronto me he acordado que no te he dicho lo del ramito de azahar.
-¿Azahar?
-Sí, para que se lo pongas en la liga a tu hermana.
Como esta noche, es una noche de bodas.
Vamos, que es la primera noche con su esposo, ya sabes, pues para que le dé suerte, como a ti.
¿Eh?
-Ay, nuestra Clarita, que está hecha una principiante, ¿eh?
-Ay, qué lástima, hija.
Un día como hoy, sin una madre que le dé consejos.
La pobre está hundida sin usted, ya se lo digo.
-Si es que las desgracias nunca vienen solas.
¿Tú te crees?
Las dos piernas rotas.
Mira que le he dicho veces a tu padre que cuando despierten los capones me limpie el corral de atrás.
Pues nada.
-Hágame el favor de no volver a contarme la historia del corral.
Porque es que yo me cuelgo del palo más alto.
-Desde luego, hija.
Cría cuervos.
-Pero, ¿madre?
-¿Rita?
-¿Madre?
¡Uy!
-¿Rita?
-No la oigo bien.
¡Madre!
¿Se la oye usted muy lejos?
¿Me oye usted a mí bien?
¡Ay, vaya que me voy a tener que cortar!
¡Bueno!
¡Hasta luego, eh!
¡Con Dios!
-No te olvides que el velo tiene... [pitido] Me parece que... ¡Ay!
¡A ver si llego!
Ahí está.
-¿Pero aún estás sin vestir?
-¿Y para qué?
-¿Cómo que para qué?
¡Que la boda es en una hora!
No sé lo que te ha dado, pero no llegamos a tiempo.
-Es que hace un mes que hice el examen, Rita.
A mí no me han llamado de verdad para darme ninguna noticia.
Yo me he roto los cuernos, pues ¿para qué?
Para estudiar, para darte un futuro mejor.
¿Y yo qué hago yo con los reyes godos ahora mismo?
¿Yo qué hago con, con Ataulfo?
¿Con Sigerico?
¿Con Wallia?
¿Con Teodoredo?
¿Con Turismundo?
¿Teodorico?
¿Eurico?
¿Con Ararico II también?
-Pedrito, que no es momento para pensar en eso ahora.
Es la boda de mi hermana y es importante que esté a su lado.
¿Entiendes?
¿Me ayudas?
-Sí.
Esto no sube.
-Qué gracioso.
-Rita, de verdad, mi amor, que esto no, esto no sube.
-¿Me estás llamando gorda?
-¿Gorda?
No, no, para nada, para nada.
Lo que pasa es que yo no sé, Rita, que la gente cuando se casa, pues... dicen que la cadera se les... -No lo puedo creer.
¡Que esto me pasa por pedir ayuda!
-¡Rita, carta para Pedro!
-Por mí como si tienes la baraja entera.
¿Te puedes creer que el merma de mi marido me acaba de romper la cremallera del vestido por estar pensando en los reyes godos?
-Precisamente de eso te estoy hablando.
Las notas.
-¿Las notas?
-Claro.
-¡Pedro!
-¡Primo!
-¿Qué?
¿Qué pasa?
-Te han llegado las notas.
¿Y?
-¿Qué?
-¿Tan mal ha ido la cosa?
-Que soy apto.
He aprobado.
-Enhorabuena, Pedrito.
-No me lo puedo creer.
Es verdad que yo pensaba que no iba a ser apto nunca.
-¿Cómo no ibas a ser apto?
Si los Infantes somos aptos para lo que queremos.
-Pero bueno, que ha salido en paños menores.
-Ya, perdona, que te he escuchado a gritar.
-¡Tira, cámbiate!
-¡Que soy apto!
-Oye, ¿y tú?
¡Que bien te has aviado!
-Muchas gracias, cuñada.
-Me voy a arreglar esto, que si no, no llegamos.
-¡Anda, ven aquí, apto!
[golpes a la puerta] -Adelante.
-¿Pero qué haces ahí arriba, hija?
Ya estás bajando.
Con cuidado.
Despacito.
Despacito.
Mira aquí, subirte ahí.
-Tío, que estoy embarazada.
No enferma.
-Ya sé que no te gusta que nadie haga las cosas por ti, pero te quedan muy pocas semanas.
¿Cómo estamos?
-Bien, muy bien.
Hoy está un poco... ¿La nota?
-Sí, no me digas que vamos a tener un futbolista.
-¿Y si es niña?
-Que sea lo que tenga que ser, hija.
Y después, tanto ella como él, pues que sean lo que quieran ser.
-¿Y a usted qué le gustaría más?
-A mí me gustaría, fíjate, llevarle al Parque del Retiro los domingos por la mañana para escuchar a la banda municipal.
-Eso será si se porta bien.
-No, eso ya es cosa tuya.
Yo, pues para mí, se acabaron los sermones.
Venía a decirte, a menos cuarto en la puerta.
-Sí, he quedado con Carlos, que va a llevarme en coche.
-Vale.
[golpes a la puerta] -Adelante.
¿Qué quiere ahora, tío?
-Perdona.
-Patricia.
-No quería molestarte.
-No, no te preocupes.
Pasa.
Estaba arreglándome para ir a la boda.
¿Pasa algo?
-No.
Quería darte la capa de bautismo de Alberto.
Pensé que querrías tenerla.
-Claro, me encantaría usarla.
Gracias.
-¿Cómo estás?
-Bien.
Deseando verle la carita.
-Yo quiero insistirte en que si... si puedo ayudarte en algo, por favor cuentes conmigo.
-Gracias.
-Dejo que termines de arreglarte.
[♪ música en inglés] -Otro escándalo más para los Otegui.
Por favor, Enrique, hagamos esto como personas civilizadas.
-¡Una mujer civilizada no se va con el primer chulo con el que se cruza en el club de campo!
-El chulo del que hablas se llama Jean Paul.
Estuvo a dos rondas de ganar Wimbledon.
Y su familia es una de las más ricas de Francia.
-Me da exactamente igual.
No te vas a ir con él.
-¡Claro que sí me voy a ir con él!
¿Sabes a lo que he estado sometida estos últimos meses, eh?
Me has sido responsable de todo lo que le ha pasado a tu hermana.
-Y no ha sido así.
-¿Lo ves?
-¡Y no ha sido así!
-¡No, no ha sido así!
Tu hermana estaba hundida.
Yo lo único que he hecho ha sido ayudarla.
Ella se va a recuperar pero a mí ¿qué me queda a tu lado?
¡Nada!
No pienso dar marcha atrás.
-Como cruces esa puerta no me vuelves a ver en la vida.
-¡De eso se trata, Enrique!
-¡Espera!
¡Espera!
¡Espera!
¡Espérate!
No te vayas.
Yo te quiero.
-Tú solo te quieres a ti mismo, Pichín.
-Pues lárgate.
Vete a vivir esa vida ideal con el hortera.
¡Y no vuelvas nunca!
-Chao, chao.
-¿Enrique?
¿Enrique?
-Me ha dejado.
-Teníais los días contados.
-¿Cómo ha podido atreverse a dejarme?
-Enrique, no estás solo.
Reconoce que te ha dolido más el orgullo que su marcha.
[♪ música en inglés] [timbre de teléfono] Debería coger el teléfono.
¿Sí?
Sí, Valentín.
¿Has recuperado las minas?
¡ Cuánto me alegro!
¡Los zafiros!
Me encantan los zafiros.
¿Claro?
Buen viaje.
Aquí te espero, mi amor.
-Mateo, un novio siempre encuentra algún motivo por el que brindar que no sea la boda, ¿no?
-Pues no es el día, Marco.
-Por el amor de tu vida.
-Y por no haberlo compartido.
-No cantes victoria, aún no estás casado.
Ánimo.
No creo que puedas engañar a otra con ese bigotito.
-Pero bueno, mírate.
Yo buscándote por todas las galerías y tú aquí brindando.
Perdón, es que se tiene que ir a casar.
-¡Disfruta, valiente!
El altar está hecho para los hombres de verdad.
-¿Qué quiere?
¿Qué dice?
¿Qué vulgar, no?
-No sé lo que dice, es muy vulgar.
-Muy vulgar.
-Vámonos.
-Me gustaría ir más rápido, pero es que no puedo.
-¿Quieres dejar de justificarte, hija?
-Es que parezco una anciana.
-Es que es muy listo.
-Bueno, tampoco soy tan listo.
-Pues sí, porque estuvo ahí noche tras noche ahí dándole todo.
-La verdad que sí.
-Que no... -Se lo voy a decir a Don Emilio.
-Bueno, se va a poner un orgulloso.
-Don Emilio.
-¿Eh?
-Que... que soy apto.
-¿Apto para qué?
-Bueno, que... vamos, que he aprobado.
-¡Oh!
¡Pedro, qué alegría!
-¡Enhorabuena, Pedro!
-Voy a felicitar a su mujer, porque paciencia como la de ella... -¡Vaya, yo me escupo!
-¡Rita!
-¡Muchas gracias, Don Emilio!
-¡No, no, no!
-¡Como me pesa esto!
-Esto, dice.
Va a ser una niña, seguro, preciosa.
-Pues a mí me gustaría que fuera niño y le llamaría Alberto.
-Ana, tienes que pasar página.
No te lo tomes mal, pero tener constantemente el recuerdo de Alberto.
-Carlos, este niño tiene un padre y va a estar presente siempre, se llame como se llame.
-No quería molestarte.
-No pasa nada.
-Ana, vamos.
-¿Qué?
¿Cómo está la novia?
-Hecha un manojo de nervios.
Espero que no nos dé alguna sorpresa.
-Bueno, y conociendo a tu hermana, la que le espera a Mateo, es menuda.
-Vamos, adentro.
Vamos.
-Pasa, pasa, que voy muy lenta.
-Ay, no, no, Sagrario.
-Esta despistada.
-¡La foto de familia!
¡Ay, muy bien, gracias!
¡Ah, bienvenidos!
¿Qué tal?
[♪ música de piano] -Haces todo esto por Clara, Mateo.
Haz las cosas bien.
Sé un hombre.
-¡Guapo!
-Pedro.
-¿Te das cuenta, hijo?
Ya están empezando a murmurar que tu padre no ha venido.
Hola.
-¿Qué hace aquí?
-Hijo, no nos armes un escándalo en la iglesia, por favor.
-Le dije que no quería que viniese.
Pensé que le había dicho que no quería que viniese.
-Creí que sería conveniente que el cura no me echara en falta.
-Vaya, al final la iglesia va a conseguir lo que nosotros nos logramos en 20 años.
-¡Mateo!
-¿Pero usted qué se cree?
¿Que por venir aquí a poner la cara vamos a hacer borrón y cuenta nueva?
Me importa una mierda lo que la gente piense de mi padre, si viene o no viene a la boda.
¿Y sabe por qué?
Porque seguramente lo que piensan es mucho mejor que la curda realidad.
-Perdóname.
Sé que no puedo volver atrás, pero antes de que empieces esta nueva vida, quería pedirte perdón.
-Muy bien.
Ya lo ha dicho, ya puede marcharse.
-Es muy duro enfrentarse a los errores cuando sabes que ya es tan tarde.
Confío en que formarás la familia que yo no supe tener.
Enhorabuena.
-Quizá encuentre un sitio al fondo.
[♪ música en inglés] -Tranquilo, cariño.
Tranquilo.
-Ya está, ya está, ya está.
Va, va, va. [♪ música nupcial] -¡Rita!
¡Rita!
¡Rita!
¡Rita!
-¿Rita, tu padre?
-Ay, madre, que esta no viene.
-¿Qué pasa?
-¿Qué hace ese hombre?
-Lo que me faltaba.
¿Qué está pasando, padre?
-No, no, no pasa nada.
La novia que necesita solo un minutito más.
Tu hermana que dice que no sale del coche.
-¿Qué?
-¡Rita!
¡Rita!
-Nada que no tenga remedio.
-Menuda familia.
Gracias a todos por venir.
Gracias.
-Le voy a decir algo a Mateo.
-Ni se te ocurra.
-Pero que mira la cara que tiene.
-Calla, disimula.
-No puede estar pasando esto, por favor.
-Hijo.
-Pobre Mateíto, con lo bueno que es.
-¡Clara, abre!
-Si abro me vais a llevar a rastras a la iglesia y yo así no me caso.
-Que eso no es lo importante, hombre.
Que lo importante es el amor y que te casas con Mateo.
-Lo ves, me estás dando la razón, porque parezco un merengue gigante.
-¿Se puede saber qué te pasa?
Clarita, que eres la protagonista, con lo que a ti te gusta, hija.
Que está la iglesia llena, ni en tus mejores sueños.
¡Haz el favor de abrir ahora mismo!
Te voy a dar una soma de palos que te voy a dejar tuerta.
-Si es que la culpa es mía, que por no discutir con Mateo le he dado manga ancha a esas tres.
Y ahora mírame.
Estoy cansada de fingir ser alguien que no soy.
Llevo cinco meses preparándome para ser la mujercita ideal de la alta sociedad.
Pues no, se acabó, porque ya estoy harta.
Que yo nací en Porrillos, me he criado entre vacas y a mí me ha dado igual siempre el dinero.
-Vamos a ver, que no puedes dejar a Mateo plantado con dos palmos de narices.
Si tú lo tienes claro, entra y le dices que te casas, pero así, no.
Que no te puedes ir sin decir nada.
-Pero que está la iglesia llena de gente.
-Bueno, pero yo te cubro, tú entra por un lado, hasta que la alcances.
-Ya sabía yo que esto se nos iba a ir de las manos.
-Menuda vergüenza, dejarte plantado así, de esta manera.
-Y con todos los invitados aquí presentes.
-La prensa, con la de fotos qué nos han hecho.
-Claro que podíamos esperar de esa.
-Qué bochorno para la familia.
-Ya, ya, fuera.
A su sitio, fuera.
Ya.
-La novia.
-Hija.
-¡Viva la novia!
-¡Viva!
-¡Viva la novia!
-¡Viva!
-Hija.
-Mateo, no sé cómo decírtelo, pero... -No me quiero casar, no quiero.
-¿Qué ha pasado?
-Nada, nada, una pájara.
[♪ música nupcial] -¿Estás bien?
-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pueden sentarse.
Queridos hermanos, estamos reunidos para unir en santo matrimonio a Clara y Mateo.
-Mateo, no es por ti, pero es que no me quiero casar.
-Clara, mírame.
No me quiero casar.
-Tenemos que hablar.
-Tenemos que hablar.
-¿Qué?
-¿Ya se han casado?
-Padre, un momento, por favor.
-Mateo, hijo.
¿Dónde vas?
-Ven aquí.
-¿Pero qué hace?
Un momentito, ahora sí.
A ver, Clara, yo... A ver, ¿cómo te explico esto?
-Mateo, yo te quiero mucho.
Y yo también, Clarita, yo también.
-Pero no me quiero casar.
No así.
-Yo tampoco.
-¡Madre mía, vaya lo que faltaba!
-Es que está así vestida no soy yo.
Y yo no quiero convertirme en una de esas señoritinas de ahí fuera.
-Yo tampoco trago a la mitad que están ahí fuera sentadas, la verdad.
-Y por no hablar de tus madres, que es que son insoportables.
Mira cómo me han disfrazado, Mateo.
Estoy ridícula, no te rías.
-Estás ridícula, pero estás preciosa.
¿Y tu madre con el capón qué?
-Pobrecita, con las dos piernas rotas.
-¿Quién?
¿El capón?
-Siento interrumpir, pero el micrófono está abierto.
[risas] -Padre, cásenos aquí.
-¿Aquí?
-Si la novia quiere, claro.
Cásenos aquí a solas.
Sin nadie que nos condicione.
Clara.
¿Quieres casarte conmigo aquí?
-¿Pero qué hacen ahí dentro, por favor?
¿Qué está pasando?
¿Pero qué está pasando?
¿Qué pasa ahí dentro?
-Cálmese de la Riva, por favor.
-Primo, ¿hay boda o no hay boda?
-Pues yo no sé.
-Estoy atacada.
[♪ música en inglés] -¡Sí!
-¡Viva los novios!
¡Viva los novios!
-¿Qué, qué, Ana, Ana?
-Que estoy de parto, que ya viene.
-¡Un médico!
-¡Un médico!
-¡Un médico!
-¡Un médico!
-Disculpe, Rita.
Se llama Rita, ¿verdad?
-Sí, sí.
-Me ayudará en el parto.
-¿Yo?
-Sí.
Y de paso, tome nota.
La mancha es un cloasma gestacional.
Mire, si de algo sé, es de partos y embarazos.
-¿Estoy embarazada?
-Sí.
-Ana, necesito que empujes con toda tu fuerza.
A la cuenta de tres.
Una, dos, tres.
Lo estás haciendo muy bien.
Una vez más, que ya viene.
Y la última.
Otra más.
[llanto de bebé] -¿Qué ha sido?
-El nuevo director, Marco Cafiero, toma una nueva medida.
A partir de ahora, los empleados ya no vivirán en las galerías y tendrán que buscar un nuevo hogar.
Señores, la polémica está servida.
Tras un tiempo recuperándose, Cristina Otegui regresa a Madrid para reencontrarse con la que fue su enemiga, la ahora diseñadora de éxito, Ana Rivera.
¿Firmarán la paz o seguirán la guerra?
El piloto de Airsa, Carlos Álvarez, no abandona la idea de conquistar a Ana Rivera y formar una familia a su lado.
¿Sonarán campanas de boda?
¿Estará preparado el corazón de Ana para volver a amar?
¡Alberto Márquez está vivo!
Cristina Otegui ha descubierto que el joven Márquez, dado por fallecido en el accidente de Airsa, sigue con vida.
¿Decidirá compartir la noticia o callará para siempre?
Support for PBS provided by: